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Argentina: 1810 - 2010





Hacia una Argentina sin exclusiones

Ninguna de las pequeñeces políticas de los últimos días, ninguna desazón, contrariedad o humillación contra los valores esenciales de la nacionalidad y de las instituciones que la expresan pueden ser hoy más fuertes que la voluntad de festejar el destino compartido por generaciones de hombres y mujeres a lo largo de 200 años.
El más encendido y auténtico homenaje a quienes fundaron la patria es vencer los sentimientos que ahogarían en la frustración y la vergüenza esta jornada. Tenemos que luchar contra esos sentimientos como los patriotas de Mayo lucharon con determinación, coraje y confianza por el cierre de un ciclo colonial que llegaba a su fin.
No es el de hoy un día de balances negativos. No es el momento de revistar los fracasos que rezagaron al país desde la posición de octava potencia mundial, durante el Centenario, hasta la medrosa ubicación en el puesto 57° que le asignan los estudios comparativos de la situación nacional en relación con las otras naciones.
Tampoco es el momento de lamentar que la Argentina haya acelerado en los últimos años su degradación moral y política. No es día para conformar un catálogo de los testimonios diarios de vejación de amplios sectores de la población por la exclusión, debida a condiciones paupérrimas de vida, a la inseguridad física y jurídica que afecta a todos y a la dependencia de dádivas gubernamentales que convierten a muchos otros en prisioneros de quienes, en lugar de servir, se han adueñado, como patrimonio faccioso, de los recursos fiscales provistos por el silencioso esfuerzo ciudadano.
Es, por el contrario, el momento de celebrar que la Nación, por encima de todos sus pesares, ha preservado su integridad después de la hora fundadora. Ha sufrido desde entonces males de diverso carácter, pero sin secesiones, porque sus hijos se han sentido desde siempre originarios de ella y porque los padres de la Constitución nacional así lo hicieron sentir también a todos los hombres de buena voluntad que quisieron venir a habitar el suelo argentino.
Hoy es el día en que debemos reafirmar la voluntad de compartir un destino de grandeza para nosotros y nuestra posteridad, comenzando por los hijos y los nietos. Hoy, como nunca, no puede haber lugar a desfallecimientos, sino al juramento de luchar día tras día, asumiendo el compromiso que alcance a las fuerzas de cada uno, por el bien común de los compatriotas y la dignidad de la Nación ante sí y ante el mundo.
Es el día de mirarnos en el espejo de quienes forjaron la nacionalidad y de ratificar la voluntad de emular a quienes legaron en el país los más elocuentes ejemplos de sacrificio, de caridad, de reflexión, de perseverancia en la consecución de elevados objetivos a través del estudio y el trabajo, y han sido fieles a la solidaridad social activa que se impone en las conciencias de verdad templadas.
Como nunca, es éste el momento de hacerlo. Esa lucha merece ser vivida. Ha de ser un propósito que tonificará los ánimos frente a situaciones de indignidad que asombran y acongojan, pero que imponen la decisión práctica de asegurarnos que alguna vez quedarán superadas las ignominias del pasado y cicatrizadas las heridas. Será como una experiencia fosilizada de que el destino está en nuestras manos y que mal podemos quejarnos si dejamos su resolución, por comodidad o pusilanimidad, en las de otros.
Este 25 de mayo de 2010 es un nuevo día de esperanza en las fuerzas que hicieron posible esta nación. Son fuerzas que están intactas en los millones de hombres y mujeres que, en las ciudades y los campos, en las fábricas y los centros de investigación, en la actividad comercial y de servicios, en la órbita pública y la esfera privada, transmiten a diario muestras elocuentes de laboriosidad, de creatividad y de un empuje digno de seguir. Son los soldados de la paz y del trabajo cuya marcha dificultan, pero no anulan, los personeros de la violencia, la desidia, la arrogancia absurda y hasta el odio inhumano volcado hasta contra la historia misma del país.
En este Bicentenario no puede haber más pasión dominante que la del reencuentro de los argentinos en su totalidad a fin de reencauzar, con la participación general, la marcha por la senda que otorgó al país horas más gloriosas que ésta. En esa cruzada no hay lugar para especulaciones políticas de ninguna clase ni para imaginar que la cultura nacional puede ser patrimonio de un sector.
Queda hecho el llamado a tomar sin exclusiones posición en la gran convocatoria nacional y abierta la esperanza de que lograr una Argentina mejor, con instituciones cada vez más sólidas, es posible. Será parte del triunfo de la tolerancia y la convivencia fructífera.

editorial La Nacion

El Bicentenario y nuestro ambiente

El desarrollo de nuestro país presenta un desafío que exige plantearnos el porvenir en armonía con la naturalezaSi el Bicentenario es un motivo de reflexión para que el pasado sea un instrumento del porvenir, es oportuno hacer un balance de la situación ambiental.
El cambio de un escenario que contaba con apenas algo más de medio millón de habitantes a un territorio con una densidad poblacional de cuarenta millones ha implicado la degradación y la pérdida, a veces innecesaria, de importantes recursos naturales. La agricultura y el proceso de industrialización han contribuido a la desaparición de los hábitats en los que vivieron innumerables especies: cientos de miles de hectáreas de bosques nativos fueron talados y continúan talándose, vastos cuerpos de agua se han contaminado y hoy no es difícil encontrarse con el paisaje de un suelo sobreexigido que ya no disimula su erosión y su desertificación.
El desafío que enfrenta la Argentina hoy requiere una mirada que se extienda más allá de las propias fronteras para plantearnos cuál será el lugar de nuestro país en los próximos años en un contexto donde las presiones sobre el planeta aumentarán.
Para responder estas preguntas es imprescindible despertar del estado de comodidad o negligencia en el que nos encontramos, que nos lleva a subestimar la dimensión ambiental. Quizá la barbarie, a doscientos años de la creación de la patria, sea la permanencia de esa mentalidad que no permite pensar en el mediano o largo plazo e impide advertir la magnitud del problema que está en juego. Tal vez la barbarie hoy sea estar resignados a la ausencia de una planificación, a la espontaneidad salvaje que va devorando la Argentina. Como si no hubiéramos alcanzado, en todos estos años, una educación adecuada a la complejidad del tema.
En este siglo XXI se intensificará la competencia por el uso de los bienes materiales y servicios que proporciona la naturaleza en todo el mundo.
La Argentina cuenta con una inmejorable capacidad de generar alimentos y de desarrollar energías limpias, además de un vasto territorio. Posee agua, un clima benigno en la mayor parte de su geografía y la posibilidad de contar con ciudades sustentables.
Pero el futuro no puede resolverse exclusivamente sobre la base de respuestas coyunturales o de las fuerzas del mercado. El desarrollo de nuestro país presenta un desafío que exige plantearnos el porvenir en armonía con la naturaleza. Es imprescindible saber pensar en lo que no pasa todavía, pero podría suceder. Porque no sólo somos herederos. Somos también quienes debemos transmitir un país a los futuros habitantes de nuestro territorio en condiciones para una adecuada calidad de vida. Somos parte de su futuro y debemos trabajar para el tercer centenario de la República. Si no lo hacemos, seremos una generación que habrá abolido cualquier proyecto de organización comunitaria: una Argentina convertida en un conglomerado que sólo va dejando un vacío.

editorial II La Nacion

La Argentina: 1810, 1910, 2010 y 2110

por Orlando Ferreres

¿Donde estaremos como país en el 2110? Esta pregunta me atormenta, pues no hemos reaccionado bien frente a la evidencia de los mismos errores en los últimos 80 años. No leemos verdaderamente la realidad del mundo ni de la economía y nuestras decisiones son equivocadas la mayor parte de las veces. Hagamos un repaso rápido de nuestra evolución tomando tres momentos de nuestra historia.

País desierto
 En 1810, en plena Revolución Industrial, las diferencias entre el ingreso de per cápita de los diferentes países no eran grandes, aunque había países muy pobres. La Argentina con unos 1100 dólares de valor 1990 per capita estaba un poco por debajo de España e Italia, que se ubicaban en los 1150/1200 dólares en 1820 (para 1810 no hay datos). Los países mas atrasados se ubicaban en los 650 dólares de 1990 per capita, un 40% menores que los nuestro país.
Nuestra población estaba, contando también a los indios, en algo más de 600.000 personas, es decir, prácticamente era un desierto. Las ciudades principales se ubicaban, salvo excepciones, en la ruta de la plata, desde Potosí al puerto de Buenos Aires. La economía era precisamente la exportación minera del Alto Perú, la importación de insumos para esta actividad y la exportación de cueros de vacas cazadas en las pampas. Había algunas producciones de textiles y alimentos para consumo local de cada población, pero muy poco destinado al mercado. En Corrientes había una interesante producción de carretas.
En definitiva, en 1810 nuestra economía no presentaba mayor interés ni para España ni para otros países, salvo la plata y el cuero. Estos últimos tenían mucho uso en aquellos momentos, no solo como calzado u otros destinos que conocemos hoy sino muchos otros usos, como por ejemplo, para construir mangueras, dado que el caucho no estaba desarrollado aún.

Sol de America latina
 En 1910 nuestra economía era floreciente, como consecuencia de la progresiva organización nacional, que se fue dando luego de grandes y feroces luchas internas y externas, con el establecimiento de la Constitución Nacional de 1853-60, con la federalización de Buenos Aires, con la política de "paz y administración" a partir de 1880 o aun algo antes. Los cambios tecnológicos en el transporte de ultramar por barco y el ferrocarril en el continente, provocaron el gran desarrollo de la agricultura y la ganadería, con precios crecientes de estos productos en forma extraordinaria y con volúmenes cada vez mayores.
La Argentina era el país de mayores expectativas en el mundo y el 6to por ingreso per capita en 1910. El nivel del PBI llegaba en ese año a 4000 dólares de 1990 por persona, el doble del que gozaban los pobladores de España (2000 dólares de 1990 per capita) e Italia (2500 dólares de 1990 per capita). Como en la Argentina los inmigrantes obtenían mucho más ingreso que en sus países de origen, ellos vinieron aquí en grandes cantidades y, aun así, con ese aumento de población tan fuerte, el ingreso per capita se cuadruplicó desde 1810 a 1910.
Nuestro país seguía los mejores ejemplos en diversos aspectos de la vida nacional: en economía el mejor funcionamiento era el modelo inglés, de libertad de mercados, que se adoptó. En cultura se consideró el mejor modelo el francés, que trato de emularse con bastante éxito. En educación, se siguió el mejor antecedente de aquel momento, que era el americano: se trajeron muchas maestras de ese origen para acelerar los cambios y llegar a un nivel educativo elevado, lo que también atrajo al inmigrante, dado que la educación en Europa era cara y aquí, muy buena y gratuita. En el ejército, se consideró que el mejor modelo era el alemán y hasta se copio el casco.
Por eso, en un diccionario español de 1919 se puede leer "que Argentina es un país de alto crecimiento, destinado a rivalizar con los mas adelantados del mundo especialmente con EE UU, el gran país del norte". En 1918 en la bolsa de Nueva York (NYSE) se cotizaban nuestros bonos soberanos "Argentine Government 6% Gold Tresury Bonds" con calificación de Moody´s "A", igual que los "Switzerland 5% Gold Notes" también con calificación "A", ambos "grado de inversión". (Actualmente tenemos una calificación "B-"entre las peores de "grado especulativo").

Perdimos el rumbo
En 2010 nuestro ingreso per capita en dólares corrientes se ubica en el puesto 66 entre los países del mundo y medido en moneda constante de 1990, estamos en el puesto 56, de todas maneras, 50 posiciones mas abajo que hace 100 años.
Si nos comparamos con España o Italia, con los que teníamos una pequeña diferencia en contra en 1810 en ingreso per capita, pero a los que en 1910 ya les llevábamos el doble, ahora -aun con los problemas actuales del Euro- ellos están en 20.000 dólares de producto per capita, en tanto que nosotros aun no llegamos a los 10.000 dólares de 1990 per capita. En 2010 España e Italia nos llevan el doble a nosotros, cuando en 1910 nosotros les llevábamos el doble a ellos, o sea hemos perdido 4 veces en este siglo en relación a esos dos países.
La pérdida de institucionalidad en 1930, los golpes de Estado posteriores, la democracia inmadura e incapaz de ordenar la vida en común , la inflación, los defaults, los rodrigazos, la hiperinflación, las maxidevaluaciones, el canje de plazo fijos por Bonex, el "corralito", la pesificación diferencial , la salida del ahorro al exterior, y muchas otras desmesuras argentinas nos han hecho perder el rumbo y el Bicentenario nos encuentra, objetivamente, en serias dificultades, con una pobreza que estructuralmente supera el 30% y una gran inseguridad, vivida diariamente.

El rumbo futuro
 Se requiere formar un grupo de pensamiento a largo plazo, como Itamaraty en Brasil, con autoridad para establecer estrategias duraderas en el tiempo, que supere las veleidades fundacionales de cada dirigente que adquiere posiciones de poder. La Argentina es el 8° territorio del mundo, con una economía hoy alicaída y además bastante despoblado, excepto en el conurbano bonaerense, que no puede manejarse como si fuera una canoa, con idas y venidas entre los juncos. Somos del tamaño de un trasatlántico, y eso requiere una conducción estratégica, que solo permite pequeñas correcciones cada tanto, para tener un destino seguro. Tenemos que corregir el rumbo, sino no tenemos destino.
Requerimos el replanteo de nuestra inserción en el mundo y sus consecuencias en nosotros mismos. Debemos primero estudiar donde puede estar el mundo en 20 años, para 2030. A partir de ese diagnóstico analizar cuál es la mejor economía, cuál es la mejor cultura, cuál es la mejor educación, cuál el mejor manejo de seguridad y defensa, cuál es el mejor modelo de tecnología, de salud, de jubilaciones. Volver a plantear el dilema de Sarmiento en el siglo pasado si la "A" o la "O", es decir si adoptar o adaptar los modelos exitosos de otros países a nuestra idiosincrasia. Pero debemos actuar, implementar lo que va a dar resultado y no quedarnos discutiendo meras ideologías, ya fracasadas en todos lados. Ni siquiera sabemos lo que da resultado y no somos capaces de distinguirlo de una falsificación bien adornada. Creemos firmemente en lo que no da resultado en ningún lado, por eso nos va peor que a cualquier país del mundo. Los números son innegables, aunque aún hay gente que sigue mintiendo en esto.
Los padres fundadores nos miran en este Bicentenario. Nosotros somos el porvenir de aquellos héroes de mayo, que soñaron y dieron su vida para forjar un país libre e independiente. No podemos abdicar de nuestras responsabilidades.


# Dossier: O Bicentenário da Argentina

Posted by por AMC on 07:43. Filed under , . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0. Feel free to leave a response

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